Ambos supuestos son excepcionales y, en el caso que hoy nos ocupa, se dan doblemente porque Miguel Ángel Cabra de Luna desde hace tiempo es un autor de referencia internacional en el campo del, jurídicamente llamado Tercer Sector y de la Economía Social, en el ámbito de las fundaciones y entidades no lucrativas, así como en el desarrollo de la normativa para la no discriminación de las personas con discapacidad. Ha hecho escuela.

 

Nuestra conceptualización del mundo, de las personas y las cosas, determinan nuestra forma de estar en él y, por ende, informa la naturaleza de las leyes que nos damos para regularnos. 

 

Desde su origen, la filosofía ha abordado el concepto de “el otro”. Nada somos sin un interlocutor que nos escuche o sin alguien al que dirigirnos, aunque no esté en nuestra presencia. Pero, en la historia de la humanidad, ese “otro” no ha sido siempre de la misma condición. Ha habido muchas clases de otros y no todos iguales. 

 

La persona con discapacidad era, permítaseme la expresión, “un otro de menor entidad”, “un otro disminuido de atributos”, en suma, “un otro inferior” al que, ni la sociedad ni, por tanto, el mundo del derecho, trataba como a un igual desde su diferencia. 

 

No tenemos más que acudir a la etimología de la palabra tullido para advertir que su sentido profundo se asienta en el “quitar”, en la carencia de algo, en lo que está incompleto. Nunca en la diferencia. Y es por eso que en la literatura clásica, el tratamiento del que hoy llamamos persona con discapacidad se mueve entre la consideración jocosa y el sentimiento compasivo. 

 

Y eso sólo ha dejado de ser así gracias al esfuerzo, a la tenacidad y al íntimo convencimiento de igualdad y justicia de personas como Miguel Ángel Cabra de Luna. 

 

Es relativamente fácil hacer una norma, incluso un complejo entramado de ellas; pero es mucho más difícil cambiar una mentalidad. Por eso quiero ver en el intratexto de los trabajos que conforman este libro, un reconocimiento explícito a una ingente “labor de agitación” que personas como nuestro homenajeado han desarrollado a lo largo de toda su vida. 

 

Del “lobby” sabiamente dirigido en los interminables pasillos de Bruselas, al artículo de prensa o al de revista especializada, de la monografía a la conferencia, de la intervención en foros internacionales a la generación de empresas integradoras que funcionan, que son plenamente viables. 

 

Hoy hablamos de Miguel Ángel, mañana será de otros como él, porque se trata de una ingente e inacabable labor colectiva que ha conseguido cambiar la percepción social del hecho de la discapacidad y, con ello, del tratamiento que la propia sociedad le presta. 

 

El director de la publicación, don Luís Cayo, nos habla en su texto del concepto jurídico de “los ajustes razonables”. Esa expresión ya aparece en el propio artículo 5 de la Directiva 2000/78/CE, al decir: “A fin de garantizar la observancia del principio de igualdad de trato en relación con las personas con discapacidades, se realizarán ajustes razonables”. En lenguaje de la calle la expresión tiene pues el valor de que, en ausencia de normativa concreta y completa, acudiremos a parámetros de razonabilidad para evitar discriminaciones. Pero éstos, por su propia naturaleza, son cambiantes y dependen, como decíamos antes, de la mentalidad que la sociedad tenga sobre la cuestión, cualquiera sea, en un momento dado. 

 

Quiero afirmar, como personal reconocimiento a la labor de mi hermano, a la de los autores del libro y a tantos como le han acompañado en su verdaderamente solidaria aventura intelectual y profesional, que actitudes como las suyas han conseguido que el concepto de ajuste razonable se expanda cada vez más; en definitiva, que desde la sociedad entera veamos como justo para la discapacidad, lo que, simplemente, es justo. 

 

No quiero aburrirles con una relación de los estudios efectuados, de los cursos seguidos o dictados, de los libros escritos o de las conferencias impartidas; ni tampoco hacer una lectura de reconocimientos, honores o medallas. Ahí lo tienen en el libro. Sólo decirles ya que este curriculum no sería posible si su autor no fuese trabajador y tenaz hasta la extenuación; hasta la extenuación de los que le rodean, quiero decir, porque él está hecho de otra pasta. 

 

Terminaré hablando de este espacio en el que nos encontramos. Este salón es llamado “de los espejos” y su nombre es obvio, puesto que está rodeado de ellos. Grandes escritores han sentido siempre la atracción del espejo y han invocado su misterio y sus capacidades, Jorge Luis Borges, ciego durante la mayor parte de su vida, decía que dos espejos enfrentados reproducían el mundo, la vida entera de la humanidad. Convengámoslo así. Miguel, desde estos espejos quiero pensar que hoy te miran muchas, si no todas, las personas a las que has hecho un poco más felices, a las que a través de tu sin-vivir has conseguido que vivan un poco mejor y, sobre todo, con más justicia.

 

Y, ¡ah!, casi se me olvidaba, quizá desde aquel rincón de ese espejo a mi derecha, los padres nos contemplen. Estarán contentos.